Decálogo de escritura
Leonard nació en Nueva Orleans en 1925 y murió hace menos de un mes, el 20 de agosto, en Detroit.
Su influencia en la literatura y en el cine contemporáneos se basa en los extraordinarios relatos y novelas policiales que publicó: El tren de la 3:10 a Yuma, El nombre del juego, Un romance peligroso, Jackie Brown y más. Y fue llevado al cine por Steven Soderbergh, John Sturges y Quentin Tarantino.
Al referirse a su Décalogo de escritura sostuvo:
“Estas son las reglas que he ido recogiendo en el camino
para ayudarme a permanecer invisible cuando estoy escribiendo un libro, para
ayudarme a mostrar lo que está sucendiendo en la historia en lugar de contarlo.”
1. Nunca empieces un
libro con el tiempo
Si sólo es para crear
una atmósfera y no por la reacción de un personaje ante el tiempo, no quieres
que se prolongue demasiado. El lector tiende a mirar la hoja buscando a gente.
Claro que hay excepciones. Si resulta que eres Barry López, quien posee más
formas que un esquimal de describir el hielo y la nieve en su libro Sueños Árticos,
entonces puedes hacer todos los partes meteorológicos que quieras.
2. Evita los prólogos
Pueden ser muy
molestos, especialmente un prólogo tras una introducción después de un
prefacio. Son bastante frecuentes en los ensayos, pero un prólogo en una novela
es historia y puedes introducirla en el lugar que quieras. Hay un prólogo
en la obra de John Steinbeck, Dulce Jueves, pero me parece correcto porque se
trata de un personaje dejando claras las reglas del libro. Dice así: “Me gusta
mucho que se hable en los libros y no me gusta que nadie me diga cómo es el
tipo que está hablando. Quiero imaginármelo a partir de la forma en la que
habla.”
3. Nunca uses un verbo
distinto a “dijo” para introducir un diálogo
La línea del diálogo
pertenece al personaje; el verbo es el escritor metiendo sus narices. Pero
“dijo” es mucho menos intrusivo que “se quejó”, “susurró”, “advirtió”,
“mintió”… Una vez me encontré en un libro de Mary McCarthy una línea de diálogo
que terminaba con un “ella aseveró” y tuve que dejar de leer para coger el
diccionario.
4. Nunca uses un
adverbio para modificar el verbo “dijo”
Le amonestó
seriamente. Usar un adverbio de esta forma (o casi de cualquier forma) es un
pecado mortal. El escritor está exponiéndose a sí mismo usando una palabra que
distrae e interrumpe el ritmo de la conversación. Hay un personaje en uno de
mis libros que cuenta cómo él mismo solía escribir romances históricos “llenos
de violaciones y adverbios”.
5. Mantén tus signos de
exclamación controlados
Tienes permiso para no
más de dos o tres por cada 100.000 palabras escritas en prosa. Claro que si
tienes la habilidad para jugar con las exclamaciones como lo de Tom Wolfe, te
dejo manga ancha en esto.
6. Nunca uses
expresiones como “de repente”
Esta regla no requiere
explicación. He notado que los escritores que usan “de repente” tienden a
ejercer menos control en sus signos de exclamación.
7. Usa los dialectos con
moderación
Una vez que empieces a
escribir mal las palabras del diálogo y llenes una página de apóstrofes, no
podrás parar.
8. Evita las
descripciones detalladas de los personajes
Steinbeck lo hizo. En
“Colinas como elefantes blancos” de Hemingway, ¿qué apariencia tienen el
americano y la chica que le acompaña?. “Ella se había quitado el sombrero y lo
había puesto sobre la mesa”. Esa es toda la referencia a una descripción física
en la historia.
9. No entres en detalles
al describir lugares y objetos
A menos que seas
Margaret Atwood y puedas pintar escenas con el lenguaje, no quieres
descripciones que lleven la acción, el fluir de la historia, a un punto muerto.
10. Intenta quitar la
parte que los lectores tienden a saltarse
Piensa en esas cosas
que tú te saltas cuando lees una novela: esos gruesos párrafos de prosa llenos
de palabras. Evítalos.