176. Apostillas XV (Extremas)

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No tomar al pie de la letra las generalizaciones que a veces recomiendan los escritores ("Antes de empezar un cuento hay que saber el final", etcétera). Se trata de encontrar el camino y las soluciones propias.

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Todos escribimos siempre lo mismo. Pero no hay que volver a escribir lo que obviamente sea lo mismo.

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Los adjetivos y los adverbios o son exactos, iluminadores o necesarios o matan la ilusión del lector.

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El lector no quiere papilla para bebés ni huesos duros de roer. El lector quiere leer con el placer de descubrir otro mundo.

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Más que decálogos (los hay algunos más inspirados que otros) se sugiere la lectura de dos libros: "El arte de la ficción" y "Para ser novelista", los dos de John Gardner y publicados en España por Fuentetaja; y de dos ensayos breves: "Naturaleza y fin de la literatura" y "El arte de escribir cuentos" de Flannery O'Connor incluidos en el libro "Misterio y Maneras" (Ediciones Encuentro, Madrid). Sólo con esto es suficiente para no ahogarse en un valle de lágrimas y para encontrar caminos fructíferos.

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Hay sólo tres maneras de escribir: con el culo en la silla y las manos en el teclado; con el culo en la cama y las manos en el teclado; con el culo en la silla o en la cama y las manos con un lápiz o equivalente y en el papel.

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No hay que tenerle miedo a las palabras. A ninguna. Sólo quieren decir lo que quieren decir.

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Los pronombres posesivos casi siempre se pueden reemplazar por los artículos determinados y a veces también por los indeterminados. En vez de "Entró con su perro" casi siempre será mejor "Entró con el perro" o "Entró con un perro". La reiteración de posesivos debilita inútilmente la narración además de crear aliteraciones.

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Jamás describir la belleza o la fealdad de los personajes. Es inevitable que el lector se haga siempre una imagen diferente, esté o no descrito el personaje. Así que dejemos al lector en paz con sus imágenes.

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No contar nunca sueños. Sólo repetirán o anticiparán lo obvio.

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En cambio una pesadilla bien narrada y sin pretender que actúe como iluminación de nada puede resultar un buen desvío y una carga de sentido sin explicación que haga más eficaz el relato.

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No usar jamás los correctores de los procesadores de textos, diccionarios ni las ofertas de sinónimos. Para confundirnos nos bastamos y sobramos. Pero si es indispensable, usar sólo el Diccionario de Uso del Español de María Moliner (Gredos). Viene en tres versiones: una en dos gruesos tomos, una edición abreviada y una en CD para instalar en PCs y notebooks. Incluye ejemplos y, además, una excelente gramática.

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Evitar siempre, aunque no sea cierto, la leyenda que dice: "Todo parecido con la realidad es mera coincidencia". Todo el mundo sabe que el uso de esta leyenda admite que hay parecidos.

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