Sivori no es Sivori. Pero por expresa comodidad del autor Sivori vuelve a ser Sivori. No el Sivori de "Cine", la última novela impresa del autor en tres libros (Eterna Cadencia 2009-2011 o en eBook) sino el Sivori de "Hermann", una novela que apareció en este blog desde la entrada 40 hasta la 127 alternándose con otros posts. Bueno, ahora es más o menos lo mismo. Sivori está a mano, algunas de sus características son útiles para este relato y por otro lado permite pensar, si es que se quiere, en las aventuras de Sivori, o, más precisamente, en las aventuras del otro Sivori.
Por eso también sigue trabajando en "Jardín Botánico" con Florencia Dillon, hija del que fue productor de sus películas en "Cine" y que murió de una sobredosis de cocaína hace por lo menos tres años. Conviene recordar que en "Hermann" Sivori quería filmar "La invención de Morel" y que terminó filmando un semidocumental sobre la esquina de Santa Fe y Armenia, donde está el restaurante Hermann. Florencia por su parte compró los derechos de la novela de Bioy Casares y Sivori, hacia el final de la historia, tuvo un episodio sexual con María Lanús, que en esos días era la novia de Florencia y que Florencia no le ha perdonado. A Sivori. María desapareció de su vida. Pero Sivori no. Y todavía Florencia lo quiere matar.
De todas maneras hoy han quedado en encontrarse en el Botánico porque a Sivori se le ha ocurrido adaptar y filmar un cuento de un escritor argentino que ha leído hace poco y del que hizo una reserva de los derechos.
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Anexo
Las Saturnales (Saturnalia en latín) eran fiestas populares y paganas en la antigua Roma que comenzaron a celebrarse probablemente en el año 217 a.C., del 17 al 23 de diciembre, en honor del dios Saturno. En su transcurso la gente incurría en todo tipo de excesos: comer, beber y celebrar orgías eran los más frecuentes. Y en ellas participaban, además del pueblo y los esclavos, monjes, patricios, gladiadores, niños y putas.
La escultura de gran tamaño emplazada en el Jardín Botánico de Buenos Aires es la única réplica de una obra en bronce que el artista italiano Ernesto Biondi expuso en 1900 en la Exposición Universal de París después de diez años de trabajo. La escultura recibió el primer premio y puede recordarse que para esa misma Exposición se inauguró la llamada en aquel momento Torre de 330 metros y en seguida la Tour Eiffel. En 1907 el secretario argentino en la embajada de Roma Hernán Cullen Ayerza le encargó a Biondi una copia que llegó a Buenos Aires en 1910.
La Aduana no permitió su salida a lo largo de dos o tres años y ningún museo ni institución aceptó recibirla. La obra permaneció entonces en los jardines de la casa de Ayerza. A su muerte en 1957 la donó al Museo Nacional de Bellas Artes que la rechazó y la obra derivó entonces por diferentes galpones municipales de donde salió maltratada, con roturas y cubierta de estiércol.
Por fin, en 1987, la Saturnalia llegó al Jardín Botánico y allí encontró por fin su lugar.
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Las Saturnales (Saturnalia en latín) eran fiestas populares y paganas en la antigua Roma que comenzaron a celebrarse probablemente en el año 217 a.C., del 17 al 23 de diciembre, en honor del dios Saturno. En su transcurso la gente incurría en todo tipo de excesos: comer, beber y celebrar orgías eran los más frecuentes. Y en ellas participaban, además del pueblo y los esclavos, monjes, patricios, gladiadores, niños y putas.
La escultura de gran tamaño emplazada en el Jardín Botánico de Buenos Aires es la única réplica de una obra en bronce que el artista italiano Ernesto Biondi expuso en 1900 en la Exposición Universal de París después de diez años de trabajo. La escultura recibió el primer premio y puede recordarse que para esa misma Exposición se inauguró la llamada en aquel momento Torre de 330 metros y en seguida la Tour Eiffel. En 1907 el secretario argentino en la embajada de Roma Hernán Cullen Ayerza le encargó a Biondi una copia que llegó a Buenos Aires en 1910.
La Aduana no permitió su salida a lo largo de dos o tres años y ningún museo ni institución aceptó recibirla. La obra permaneció entonces en los jardines de la casa de Ayerza. A su muerte en 1957 la donó al Museo Nacional de Bellas Artes que la rechazó y la obra derivó entonces por diferentes galpones municipales de donde salió maltratada, con roturas y cubierta de estiércol.
Por fin, en 1987, la Saturnalia llegó al Jardín Botánico y allí encontró por fin su lugar.
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Así que hoy Florencia Dillon espera a Sivori sentada en un banco de madera pintado de verde, a un costado de la escultura. Él suele ser puntual pero hoy no lo es. Por suerte es un día cálido, cerca del comienzo de la primavera, y Florencia, que es friolenta, se siente cómoda con su remera, una pollerita, un chalequito de hilo y unas chatitas. Está furiosa. Piensa en Sivori y piensa en María Lanús y por momentos está dispuesta a irse, a no esperar más, o a esperar pero para decirle a Sivori que es un cretino y que se vaya a la puta madre que lo parió. Florencia Dillon, tan joven, tan linda, tan resuelta, tan celosa... y tan fiel.
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