La comida de aquella noche no sirvió para mucho más: Sivori intentó avanzar en la cronología de los diversos establecimientos que ocuparon la esquina de Santa Fe y Armenia pero el disgusto de Florencia con Sivori porque él se niega, por ahora, a retomar el proyecto de filmar La invención de Morel de Bioy Casares, y el enojo de Florencia con María por una cuestión, piensa Sivori, casi exclusivamente de celos, hicieron difícil avanzar por el camino de los hechos. Si es que por hechos entendemos un montón de fechas, cambios de rubros y dueños, etcétera. Él, en cualquier caso, terminó su matambrito al verdeo y María sus gnocchi al filetto. En el plato de Florencia quedó en cambio casi todo su arroz con pollo apenas hurgado y picoteado con un tenedor más que indeciso renuente.
En 1940, dijo de todas maneras Sivori un poco más atrás, mientras todavía se encontraban comiendo, el dueño del local, un tal Rodríguez Rey, se lo alquiló a unos alemanes de apellido Hermann que le dieron su nombre. Años más tarde los Hermann vendieron el negocio a otro alemán, un tal Rastatter. Y años después Rastatter se lo vendió a unos hermanos de apellido Seone. Ellos continuaron hasta 1966...
En este punto ya fue imposible continuar con la cronología.
Las ironías entre Florencia y María empezaron a pasar de castaño a oscuro y él decidió intervenir con digresiones para distraerlas del enfrentamiento.
Así terminaron de comer, no pidieron postres y tomaron café.
Por fin Sivori las convocó para el día siguiente: Nos vemos mañana, les dijo, a las dos de la tarde, en el Botánico, enfrente del Indicador Meteorológico.
¿Dónde?, preguntó Florencia fastidiada.
Al aire libre, repuso Sivori, Frente al Indicador Meteorológico, una columna que van a encontrar entrando por la puerta de Santa Fe y yendo por el camino central hacia la izquierda, es decir hacia Árabe Siria.
Pagó. Florencia se apresuró a salir. Y mientras todavía caminaban entre las mesas María se dio vuelta y le guiñó un ojo a Sivori. Él sonrió. No supo qué otra cosa podía hacer.