98. Hermann XIII


   Quiero que nos grabemos a fuego esta cronología, dice Sivori.
   Están sentados en un apartado en la línea que atiende Alberto, él, Florencia Dillon y María Lanús, y no se siente ni se sienta cómodo, Sivori, en los apartados, porque dice que las mesas y los asientos son muy angostos y los respaldos demasiado rectos. Tiene razón, pero a las chicas parece no importarles. Ellas miran el menú. Florencia quiere arroz con pollo, María prefiere gnocchi al filetto y Sivori todavía no sabe.
   No es muy difícil, dice como para alentarlas, Sivori, es nada más que una cronología de hechos concretos y más bien corta.

*

Anexo

Es un viernes a la noche y hay bastante gente. Mientras terminan de decidir qué van a comer -en realidad sólo falta que lo decida Sivori- el mozo les trae tostadas y aceite de oliva. Entonces él se sirve un poco de aceite en el plato, le pone sal y sopa pedacitos de tostadas, sobre todo de miga, y toma cerveza: pidió un imperial y las chicas Coca-Colas. No Diet. No Zero. No Light. Coca-Colas. Y en ese momento Florencia decide preguntarle a Sivori: ¿Estás seguro de que no querés que retomemos el proyecto de La invención de Morel? Él elige por fin un matambrito al verdeo. Y la mira. No, le dice. Además ya no tenemos el libro. Siempre se puede seguir negociando, Florencia dice. Y María Lanús baja la mirada y sonríe.

*


   Hasta 1925 en esta esquina hubo una mueblería, Sivori dice, y en el subsuelo o en el primer piso una academia de piano. Este es el primer dato. De aquí parte "Hermann", de aquí y de las preguntas que no contesta: ¿Desde cuándo hubo una mueblería? ¿Por qué no se sabe si la academia de piano estaba arriba o abajo? ¿Es verdad que había una escalera junto a la puerta que da a la calle Armenia?
   María toma notas en su tablet que funciona de milagro porque en Hermann no hay wi-fi pero ella consigue colgarse del wi-fi de T-Bone, el bar y restaurante de enfrente.
   Hay ruido, celulares que suenan, un chico que llora y que ellos, desde el reservado en el que se encuentran, no ven, mesas de tres o cuatro personas que hablan en voz demasiado alta.
   Vamos a empezar desde ahí, dice, Sivori, y vamos a seguir casi hasta hoy para contar en una especie de semi documental la historia de una esquina de Palermo.
   Alberto baja los platos que pidieron: Florencia comienza a hurgar con el tenedor en el arroz, María prueba un gnocchi y él elige un trocito de matambrito que le parece tierno.
   ¿Un semi documental?, pregunta María y se lleva dos o tres gnocchi más a la boca.
   Hay que decir que Sivori no puede dejar de mirar la boca de María Lanús húmeda por el filetto y sus ojos, esos ojos neutrales en este momento que lo miran mientras esperan una respuesta.
   Sí, eso. Exactamente eso.

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