Foto: Aldred Einsestaedt
Foto: Victor Jorgensen
* Un beso no se da sólo una vez.
Hace unos días, buscando discos de jazz para prestarle a mi hija,
encontré Now is the Hour (1996) de
Charlie Haden con su Quartet West. En la tapa del álbum está El beso de Times Square. Eso lo
recordaba. Lo que no recordaba o no sabía es que esa toma no es la consagrada. La
fotografía original, sacada el 14 de agosto de 1945 por Alfred Eisenstaedt para
la revista Life ,
muestra a un marine besando intensamente a una enfermera en plena calle. Él le
sostiene la nuca con el brazo izquerdo, se inclina sobre ella de modo que la
chica quiebra hacia atrás la cintura, la sostiene también de la cadera con su
mano derecha, y la besa. En
esta foto se ven las piernas completas de la enfermera, y no es la que está en
la tapa del álbum del disco de Charlie Haden.
La
que está en la tapa es otra toma obtenida en el mismo momento desde la derecha
de Eisenstaedt con otra cámara: la
de Victor Jorgensen , fotógrafo de la
marina de Estados Unidos, que pocos días después apareció en el New Tork Times.
Las piernas de la enfermera que, se supo a principios de los años ’70 del siglo
pasado, se llamaba Edith Shain y tenía 27 años, no se ven enteras. El beso de Times Square,
anterior en cinco años al del Hotel de Ville, es uno de los dos o tres besos
más recordados de la historia y lo simboliza todo: el patriotismo, el modo de
vida americano, y la
pasión. Por eso es
inolvidable. Por eso a la gente no le importa que haya más de una versión. Y
menos aún las hipótesis que hablan de una producción, de una fabricación con
actores de ese beso para la historia.
Foto: Robert Doisneau. Hotel de
Ville
Foto: Robert Doisneau. Otro beso
* El beso del Hotel de Ville fue
tomada en París, en 1950, también para Life por el fotógrafo Robert Doisneau
(de quien se vio una muestra en Buenos Aires hace un par de años). Apenas
publicada la imagen también lo representó todo: el amor, la espontaneidad y
París están ligados a esta foto, quizás la más reconocida de todas. Y también
poco importan los artificios de Doisneau para conseguirla. La foto no es única.
Ni mucho menos. El fotógrafo contrató a los jóvenes actores Françoise Bornet y
Jacques Carteaud con los que hizo innumerables tomas en diversos barrios de
París. La seleccionada es la que obtuvo frente al Ayuntamiento desde una mesa
en la terraza de un bar.
Doisneau guardó sus secretos durante
años. Pero a principios de la década del ‘90 se vio venir un montón de reclamos
y juicios y lo confesó todo. Por supuesto: a nadie le importó nada de nada. La
historia que cuenta esa foto -la historia que cada uno quiere que cuente esa
foto- es inalterable. No hay ni habrá manera de destronarla con revelaciones de
fraude.
Ingrid Bergman: ¿De quién estoy enamorada?
* Y ya en París, Casablanca,
una cima del cine de amor. La desprolijidad de la película que se alzó con tres
Oscars en 1943 (mejor película, mejor dirección y mejor guión adaptado) es tal
vez la más visible de la historia del cine. Y sin embargo eso tampoco importó o
importa. Los escenarios de cartón en interiores, las fallas en la continuidad
de las imágenes, las contradicciones y los errores de todo tipo no le impiden a
la película de Michael Curtiz competir con otras por el trono de la mejor de
todos los tiempos. Dos hombres enamorados de la misma mujer, Humphrey Bogart y
Paul Henreid, se enfrentan en la ciudad marroquí de Casablanca. Bogart, dueño
de un bar y casino, tiene lo que Henreid, lider de la resistencia, necesita:
salvoconductos para salir de Casablanca hacia Londres y Nueva York.
Ingrid Bergman contó unos
cuantos secretos del rodaje. No es el menor el que reveló que un día se
enfrentó con el director para preguntarle de quién estaba realmente enamorada
para saber a cuál de los dos tenía que besar con amor. Curtiz la miró a los ojos
y le dijo: “Usted actúe”. No le fue tan mal a ese raro húngaro que también
declaró que él filmaría todo tan rápido que los errores no se notarían. Bergman
besó por fin a Bogart con su belleza impecable y con el brillo en los ojos que
le aplicaba el director de fotografía Arthur Edeson. Y el mundo se derrumbó.
París fue tomada por los alemanes y Bogart, Henreid y Bergman tuvieron que
escapar. El mito de la historia de amor imposible estaba redefinido con
caracteres propios del siglo XX. Y perdura. Ilsa Lund, Rick Blaine y Victor
Laszlo armaron el triángulo perfecto.
* La luz
de la luna y las canciones de amor nunca están pasadas de moda, dice As Time Goes By, la canción de Casablanca. Este sentimiento es el que sostiene todo. La representación
de los órdenes y desórdenes del amor encuentra en el beso una condensación de
sensualidad y emociones que no siempre está presente en las imágenes eróticas
que ensayan la sexualidad. Por eso, porque el verosímil de esa
representación no caduca, es que se reciclan y renuevan las
ilusiones.
¿A quién le importa hoy saber que el beso que se dieron Madonna y
Britney Spear en 2003 en la gala de los MTV Music Awards fue escrupulosamente
ensayado por Madonna con una bailarina? ¿Quién no creyó, al ver ese beso
elegido en medio mundo como el más sensual de una época, y al volver a verlo
hoy, que fue espontáneo?
Debes recordar esto:
un beso es todavía un beso.
No importa que se trate de falsificaciones, artificios o simulacros
tolerados o insignificantes, a condición de que parezcan reales: por eso son
ficciones. La ficción legitimiza el simulacro porque requiere de él para
constituirse. O dicho con otras palabras: la ficción es la forma perdurable de
lo real.
Un beso de verdad no se da una sola vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario