80. Hermann IX


   De todas maneras el anticipo por los derechos del libro todavía no se pagó, así que habrá que negociar pero vamos a perder poco y nada, dice Sivori, y Florencia Dillon se sulfata: ¿Poco y nada? Vamos a perder la reserva del libro y nunca más vas a tener un libro tan bueno como ese para hacer una película. No es para tanto -intenta, Sivori, quitarle énfasis a la discusión-, mirá lo que pasa casi siempre con los buenos libros: se hacen malas películas. Mirá Luhrmann. Lo tenía todo a favor. Presupuesto ilimitado, lo tenía a Di Caprio, lo tenía a Maguire... Sí, dice Florencia, y la tenía a Carey Mulligan que es la nada. El papel de Daisy en una producción así era para Keira Knightley... No estamos hablando de eso, Sivori. No estamos hablando de Hollywood. Estamos hablando de La invención de Morel.

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 Anexo

   Para sus adentros, sin embargo, debería reconocer, Sivori, que la decisión de cancelar el proyecto es inconsistente, o que se basa en argumentos inconsistentes. Pero no está dispuesto a hacerlo, ni para sus adentros ni para reconocérselo a Florencia, y menos para decir que lo que quiere hacer, en realidad, en lugar del libro de Adolfo Bioy Casares, es un documental que se llame "Hermann" y que sean tres entrevistas a cámara fija.
Es algo que se le viene armando en la cabeza en las últimas semanas a partir de la historia del restaurante y de la esquina de Santa Fe y Armenia. Primero pensó que era una curiosidad personal. Después, poco a poco, se acomodaron otras ideas alrededor de la curiosidad y volvió a una de sus obsesiones como realizador desde hace un par de años: filmar a cámara fija, un documental, o una especie de documental pero a partir de hechos reales: inventar incluso una historia pero una historia en base a hechos reales. Sin embargo no se atrevió, hasta hoy, hasta este mediodía de un miércoles, a comentárselo a Florencia porque sabía, porque sabe, que Florencia ama ese libro, que Florencia se sabe de memoria ese libro, La invención de Morel, y que Florencia ha trabajado horas y horas, incluso sin dormir, en todo aquello que tiene que ver con la producción de la película y que Sivori le delega. Tanto que ameritaría, en el final o en el principio, uno de esos agradecimientos que formalmente dicen, por ejemplo, A Florencia Dillon sin cuyo sostén esta película no hubiera sido posible.

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