Beatriz Navarro escribió el
lunes pasado en La Vanguardia (Barcelona) desde su corresponsalía en Bruselas
que el día anterior había muerto la última beguina: "Marcella Pattyn era la última representante de un movimiento religioso desconocido y
singular surgido en la Edad Media y que durante siglos dio insólitos espacios
de libertad a la mujer en tiempos en que no tenía más opción que entregar su
vida al hombre o a Dios".
Marcella Pattyn (Foto: Fernando Moleres, La Vanguardia, 2006)
El movimiento comenzó a principios del siglo XIII en Bélgica y en Holanda y pronto llegó a Francia y a otros países europeos. Estas mujeres construyeron beguinajes, conjunto de viviendas pequeñas alrededor de una plaza en las que vivían solas, cada una en su casa, y levantaron también otros edificios dedicados a talleres y tareas comunitarias.
El movimiento comenzó a principios del siglo XIII en Bélgica y en Holanda y pronto llegó a Francia y a otros países europeos. Estas mujeres construyeron beguinajes, conjunto de viviendas pequeñas alrededor de una plaza en las que vivían solas, cada una en su casa, y levantaron también otros edificios dedicados a talleres y tareas comunitarias.
Beguina. Ilustración incluida en el libro Des dodes dantz impreso en Lübeck en 1489
Se estima que hubo en total unos 100 beguinajes de los que
hoy quedan apenas 13, sobre todo en Bélgica, que han sido declarados Patrimonio
de la Humanidad. La iglesia católica acusó a las beguinas de infieles, brujas,
herejes y putas.
Beguinaje en Kortrijk, Bélgica. En una casita como esta murió mientras dormía, a los 92 años, Marcella Pattyn, la última beguina
El desarrollo y
la influencia de las beguinas se produjo con más fuerza entre los siglos XIII y
XVI en función del sojuzgamiento de las mujeres en la Edad Media, y después
empezó a declinar hasta hoy, que acaba de desaparecer.
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