"Sínodo del terror", obra del francés Jean-Paul Laurens (1838-1921)
Formoso fue el Papa N° 111 de la iglesia católica. Elegido en el año 891 de la Alta Edad Media a su gobierno se le reconocen méritos que sin embargo fueron considerados todo lo contrario por sus enemigos que representaban internas opuestas y sumaban un gran poder. Aun cuando no se ha podido demostrar no son pocas las versiones que sostienen que fue víctima de una muerte violenta.
Bonifacio VI sucedió a Formoso pero murió a las dos semanas de su elección aquejado, se dice, de gota, y a partir del Sínodo romano del año 898 fue considerado un antipapa.
Por fin llegó al poder Esteban VI, que también se sostuvo muy poco tiempo al frente de la iglesia católica (896-897) pero que pasó a la historia por uno de los episodios más oscuros y macabros que se recuerden en su seno. Esteban VI decidió aplicarle al Papa Formoso un Damnatio Memoriae, que consistía en condenar y borrar su legado y todo lo que había hecho en su mandato.
Nueve meses después de muerto, Esteban VI ordenó desenterrar el cadáver de Formoso, lo vistió de Papa, lo ató a un trono para que no se cayera, y el Sínodo -en medio de un olor intolerable- lo acusó de ambición desmedida, lo declaró culpable, anuló su papado, y decidió arrancarle y quemar los tres dedos con los que impartía bendiciones. Finalmente se resolvió tirar su cuerpo al río Tíber que cruza Roma.
Este juicio se recuerda como "Concilio cadavérico", "Sínodo del terror" y "Sínodo del cadáver".
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