250. Mujeres en la calle


* Para en el semáforo. Tiene el pelo suelto, una remera de mangas largas y un Schwatch negro en la muñeca izquerda. Lee, en el celular, un mensaje de texto. Toca un botón en el Pioneer y Sandro vuelve a cantar Penumbras. Un chico se acerca con escobitas y un secador para limpiarle los vidrios. Ella hace una seña, le dice que no con una mano. Pero ya está contestando el sms y el chico ya le roció el parabrisas. Ella levanta la mirada. Controla el semáforo. Escribe otro mensajito. Le pone, al chico, cara de “Te dije que no”, deja el celular en la butaca de al lado, pone primera, busca monedas en una cubeta entre los dos asientos. Abre la ventanilla, le da las monedas al chico, arranca apenas la luz pasa a verde.
Si quieres, yo te doy el mundo…
pero no me pidas que no te ame así.
Dice Sandro.

* Está en la cola de un Pago Fácil. Tiene el pelo corto, oscuro, con hebras blancas. Busca algo en la cartera. Encuentra el recorte de un diario. Lo lee. Vuelve a dejarlo en la cartera y sigue buscando. Encuentra algunos billetes de diez y de cinco pesos. Ahora le queda sólo una persona adelante. Hay un cartel que dice “Pague con cambio”. Saca de la cartera, en una mano, dos lápices de labios, un espejito y una cajita de base. Desde atrás, un hombre la mira: mira, sobre todo, las maniobras de la mujer con la cartera. La próxima es ella. Los billetes que encuentra los guarda en un bolsillo de un abrigo negro. Llegó su turno. Avanza. Apoya la cartera sobre el mostradorcito que hay frente a la ventanilla. Busca. “No encuentro la factura”, le dice al cajero. Saca estuches, uno de anteojos oscuros y uno finito de lentes para leer. El estuche finito está vacío. Pero encuentra la factura. “No tengo los lentes” le dice al cajero. Y el cajero le dice cuánto es. Ella le paga con unos cuantos billetes que saca del bolsillo. Después, mientras gira, le sonríe al hombre de la fila que la espiaba. En la calle se detiene antes de cruzar. Sigue buscando en la cartera. Encuentra los lentes de leer sueltos en el fondo. Cruza. Ve a una mujer en un Honda Fit. Un pibe le limpia  los vidrios y ella tiene puesto a Sandro.


* Hay viento. La mujer va caminando hacia la parada del 15. Ve, de lejos, que hay mucha gente. Mira la hora. El viento le revuelve el pelo. Y de golpe está refrescando. Ella tiene un vestidito, un sweater, chatitas y lleva colgando un bolso de gamuza. No sabe si esperar el colectivo o tomarse un taxi. Entonces un rayo desgarra el cielo, empieza a llover y el trueno hace temblar las hojas de los árboles. Ella busca en el bolso. Saca un paraguas chino. Es lindo. Flores sobre un fondo negro. Se abre, el paraguas. Llueve mucho. La mitad de la gente que estaba en la cola del 15 desaparece. Ella entonces se queda en la parada. Le parece que es más fácil que venga el bondi antes que un taxi vacío. Es un diluvio. El viento sopla endemoniado. El paraguas chino con sus flores se da vuelta. Ella intenta cerrarlo. El viento le levanta la pollera. No sabe qué hacer. O el paraguas o la pollera. El agua le moja las piernas. El viento le arranca la tela al paraguas chino y ella contempla las varillas quebradas... Baja los hombros, trata de arreglarse la falda del vestidito. Camina hasta un cesto de residuos. Tira el paraguas. El viento le levanta otra vez la pollera. Tiene los pies empapados. Y suena el celular. Abre el bolso de gamuza. Lo encuentra en seguida. El bolso chorrea. Ella empieza a caminar. Atiende. Se para en la esquina. Ve cruzar un Honda Fit con el semáforo en amarillo. Ella se mira en una vidriera. Primero se quiere matar. Después se pasa los dedos por el pelo y sigue caminando cerca de la pared. Habla por teléfono. Ella camina bajo la lluvia y una sonrisa radiante le cambia la cara.

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