246. Archivo

1984
Las cosas pueden suceder más o menos así: estás escribiendo y de pronto se te ocurre que querés citar un verso de Rilke. Te acordás de memoria el verso, pero te preguntás si querés citar sólo ese verso o un par más del mismo poema. Entonces se produce el primer tropiezo. Vas a la biblioteca, buscás los poemas de Rilke, no están y te acordás de golpe que hace tres o cuatro años prestaste los poemas de Rilke y que nunca te los devolvieron. En ese momento sabés, lo intuís con claridad, que no tenés que distraerte: una distracción, sobre este punto, te puede hacer perder toda la tarde. Descartar incluso guglear el poema. Lo que tenés que hacer es escribir el verso que te acordás y en otro momento buscar el poema completo. El verso dice: Apágame los ojos: puedo verte.
          Volvés a la silla y a la pantalla. Y justo antes de sentarte la memoria vuelve a detenerte: hace tiempo copiaste esos versos en una agenda. Por eso es irresistible el impulso de ir a buscar esa agenda. Y vas. Tiene que estar en una caja, entre otras cajas, en un armario lleno de cajas en las que guardás montones de cosas que ya no usás o que no necesitás tener a mano. Una especie de archivo, digamos, sin ningún orden. Abrís el armario, mirás las cajas, algo así como el miedo empieza a recorrerte el espinazo: el miedo de empezar algo que no sabés adónde te llevará. Sin embargo lo intentás. Empezás a abrir cajas. Las cajas actúan como Google pero sin administrador: lo primero que encontrás no es lo que buscás. Y por supuesto no está en la primera caja.
Así van saliendo a la luz, como se dice, diarios personales, recortes, viejas resonancias magnéticas, postales, cartas, cosas, y…fotos. Desde la oscuridad del fondo de las cajas surgen zarpazos. Es el tiempo que ha pasado. Alguno de esos zarpazos puede ser mortal. Y de pronto te paralizás. ¿Te acordabas? No, no te acordabas de esa foto. ¿De cuándo es? Respirás hondo. De izquierda a derecha están: Jorge Manzur, Juan Sasturain, Osvaldo Soriano, Ricardo Piglia, Juan Martini, Vicente Battista, José Pablo Feinmann, y Sergio Sinay. Eran jóvenes. Muy jóvenes. Hoy se puede decir que es una foto del siglo pasado. El bar es La Academia. Se encontraron allí por un proyecto que tenía Sasturain. Crear una asociación de escritores de novelas policiales. Se llamaría EPA: Escritores Policiales Argentinos…
Entonces pensás en ustedes, los que están en esa foto de 1984. El gordo Soriano se murió antes de tiempo; Sinay abandonó, los policiales y -creo- la literatura en general; el Turquito, después de unos cuantos años, publicó algo a principios de 2010; Battista y Piglia viajan a la Feria de Frankfurt en octubre; Feinmann -me dijeron- no quiso ir; Martini está escribiendo una novela en tres entregas que se llama Cine; y Sasturain no afloja…
De todas maneras, sí o sí, vos tenés que entregar mañana el trabajo que estabas escribiendo y necesitás confirmar una cita de Rilke.
Pero se te lastimó el corazón. 

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