208. Jardín Botánico VIII

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Jardín romano

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Anexo I

Esto no va. Hay vibraciones en lo que se escribe que hacen, entre otras cosas, que el lector quiera seguir leyendo y que quien escribe quiera seguir escribiendo. En este texto no hay vibraciones. Y si las hay son forzadas, hay que tensar demasiado algunos puntos para conseguir la apariencia o el simulacro de una vibración.
Cuando se escribe una novela para que se publique en papel si se advierte algo así se hacen esfuerzos para detectar qué es lo que no va y corregirlo y para recomenzar desde ese lugar con un ritmo más sostenido y con un suspenso que de una u otra manera se despliega solo. No es el caso. "Jardín Botánico" no se escribe para ser impresa y para circular como habitualmente circulan los libros impresos: distribución, librerías, comentarios en suplementos literarios, éxito de ventas, fracaso o comportamiento promedio: es decir, 500 ejemplares vendidos. "Jardín Botánico" se escribe para subir periódicamente a un blog y -es su intención desde el primer momento- y para poner a la vista mediante artificios ficcionales los problemas que se van planteando.
Esta exposición para no seguir interrumpe los vaivenes ficcionales y es una puesta en abismo, diría la licenciada Eva Caro.
Pero esto ¿es una puesta en abismo?
La forma está decidida. De modo que se sigue y se verá si lo es o no.
Recapitulando: habiéndose observado que el texto no emite vibraciones, o no funciona bien, se ha tomado la decisión de abandonarlo. Y hay, para eso, por lo menos, dos caminos.

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Anexo II

El primer camino sería -ya se ha dicho- un intento ficcional de hacerse cargo del problema. Por ejemplo, Florencia Dillon le dice a Sivori que las cosas así no van. Que su idea de una película con una única protagonista y sin sonido directo no puede dar buenos resultados.
Sivori entonces puede desoír la opinión de Florencia. No sería la primera vez. Pero para hacerlo tendría que estar seguro de que su película -y esta novela- funcionan.
Se descarta en este caso esta opción.
Después de un ensayo, un par de días antes de empezar a filmar, cuando Florencia, el productor, el director de fotografía y el jefe de electricistas ya se fueron, María Fournier y él siguen caminando por el Botánico, llegan al Jardín romano y se sientan en uno de esos bancos que debe pensarse que son bancos que replican a los bancos de los jardines romanos. De hecho, son difrentes a todos los bancos del resto del Jardín.
Se sientan. Fuman. No hablan... No hablan hasta que María le dice que esto no va. Pero para hacer más suave su comentario se hace cargo de la responsabilidad.
Me parece que no sirvo para eso, podría decirle. Vos necesitás a una actriz que haga lo que querés, es decir que actúe como si no fuera una actriz, y yo me pongo nerviosa, no sé cómo hacerlo y tengo la sensación de que te voy a estropear la película.
Sivori puede en tal caso insistir. O no insistir. Existe la posibilidad de que él también haya advertido que hay algo que no encaja en el proyecto de la película tal como él se la imagina en este momento. Como sea, es seguro que el comentario de María Fournier sería escuchado por Sivori de manera diferente a como sería escuchado un comentario similar realizado por Florencia. Aun cuando él debería confiar más en los comentarios de Florencia Dillon.
Pero bueno, las cosas pueden desencadenarse así. Es María la que lo hace.
De esta manera el texto podría encontrarse en un tramo casi agónico mediante recursos de exposición de sus fallas puestos a la vista, y entonces conducirlo hacia un final circunstancial o de ocasión sería relativamente simple.

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Anexo II

Otro camino consistiría en hacer algo parecido, sino lo mismo, que el texto hace ahora: se pone decididamente frente a su fracaso.
No es de esperar que todos los lectores compartan esta idea. Es probable que un segmento de lectores se haya enganchado con la novela y esté dispuesto a pasar por alto sus puntos débiles o su inverosimilitud. Sucede. Estas cosas suceden. Y que otro segmento de lectores, aburridos o desencantados vayan dejando de seguir, cada martes o a partir de cada martes, los nuevos capítulos. De hecho, una simple consulta de las estadísticas del blog indica que el texto ganó en lectores hasta el capítulo IV y comenzó a perder lectores a partir del capítulo V. Sucede. En rigor, ya está sucediendo. No es dramático. El blog ofrece, por otro lado, otros espacios y otros desarrollos además de "Jardín Botánico" y la pérdida de lectores es, podría decirse, una tendencia suave. Nada dramático. Como si el fracaso del texto apenas comenzara a esbozarse. A diferencia de una novela anterior posteada en este mismo blog, "Hermann", cuyos lectores nunca dejaron de crecer. Poco o de a poco. Pero el número crecía.
Este dato se suma a la percepción exacerbada de que "Jardín Botánico", tal como está planteada, no va.

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Anexo III

Así que, nuevamente, como ya se ha dicho, en la medida en que una de las intenciones de estos relatos es poner en evidencia, poner sobre el tapete, cómo se los construye, lo más lógico se presenta bajo la forma de interrumpirlo a través de una puesta en abismo.
La película que se imagina Sivori es mala, la participación de María Fournier es inverosímil, la relación de Sivori con Florencia después del final de "Hermann" no se recuperó bien y ella sigue profundamente dolorida... Y así siguiendo. Pero no se caerá en la especulación de ficcionalizar estos puntos para apelar a través de la ficción a una especie de comprensión ficcional del lector.
Amigos: "Jardín Botánico" se terminó.
Se aceptan comentarios. Pero piénsese que detrás de esta decisión existe una lealtad hacia el lector que casi ninguna novela tiene. Se vive en una época en que la forma tradicional de escribir narraciones y hacerlas circular está cambiado drásticamente.
Esta época, y este soporte, un blog, son los que, en definitiva, han resuelto dar por terminada la aventura.

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Así que María y Sivori están otra vez en silencio. O nunca hablaron. Están sentados en un banco de mármol frente a una escultura de un emperador romano. Hay sol y ellos se encuentran solos ahí. No hay más nada que decir.
 Cést Fini


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