201. Jardín Botánico VII

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Bañista
 (Étienne Maurice Falconet, 1716-1791)

   Dice Sivori:
   Me parece que no vamos a necesitar a nadie para el casting.
   No llamé a nadie, dice Florencia.
   ¿Por qué?
   Porque te conozco.
   Sivori le había pedido que convocara al productor, al director de fotografía y al gaffer. Y le había dicho que fuese pensando en quién podría hacer el casting.
   Pero no sabés qué estoy pensando.
   No. Nunca sé qué estás pensando cuando empezás a diseñar una película. De todas maneras me hablaste de cambiar las edades de los protagonistas del cuento de Martini, después de probar para el papel de Isabel a tu amiga María Fournier. Y así. De otra manera: todavía no me hago una idea clara de qué tipo de casting estaríamos hablando.


*

Anexo

Entre las cosas que está pensando tentativamente, Sivori, para la película, la más importante es que sea protagonizada sólo por una persona, es decir, por María Fournier en el papel de Isabel Langer, que no se nombrará, y, obvio, desde el exclusivo punto de vista de ella. Como si ella fuera el objeto de la cámara y como si su mirada, al mismo tiempo, fuera una cámara que mira al otro, y que mira el Jardín, que vagabundea de sendero en sendero y de planta en planta.
Para eso le ha pedido, Sivori a María, que se aprenda de memoria el cuento pero que vaya improvisando en el día a día. No tiene más nada que decirle. Que se vista como quiera para rodar, que se sienta cómoda, y que le dé a su papel toda la naturalidad posible. Como si fuese posible transmitir a través de esa naturalidad que ella no es una actriz, que no está actuando, o que si lo está haciendo lo hace casi sin instrucciones. En fin, que sea, si puede, ella misma.
De modo que cuando vuelven a encontrarse para seguir ensayando además de María, de Florencia y de Sivori también están el productor, el director de fotografía y el jefe del equipo de electricistas.
Ha resuelto probar, también, Sivori, realizar una película en color pero sin sonido en directo. Todo lo que María tiene que decir, y escuchar, se grabará en off. Por supuesto, él tiene previsto reducir estos textos al mínimo y lo que diga el protagonista, el hombre al que María cita en el Jardín, se deducirá de lo que la voz de ella, en off, diga. 
Esto quiere decir que no sólo el punto de vista de las imágenes será el de María Fournier sino que será su voz, también, la que relate la historia como si dijéramos en primera persona.
Por eso ella hoy se ha vestido con una pollera negra, calzas negras, una remera gris, borcegos y una campera de cuero marrón muy liviana.
Un delirio, dice Florencia Dillon, una especie de homenaje anacrónico al cine mudo.
No sé todavía, dice él, si será así o no, pero quiero probar.
 María está sentada en un banco frente a la Columna Meteorológica y cerca de una escultura de un francés que se llama "Bañista". Hoy no fuma. Tiene las piernas cruzadas y los brazos abiertos sobre el respaldo del banco. Transcurre un tiempo así. Los movimientos de ella son casuales: mira algunos pájaros, el cielo, el temblor de las ramas de los árboles en un aire apenas tibio de primavera. Y ahora se para. Y da un par de pasos hacia la cámara como si se acercara al hombre que ha citado y que acaba de llegar. Sonríe con timidez, baja la mirada, hunde las manos en los bolsillos de la campera y empieza a caminar.
Conozco este jardín como la palma de mi mano, dirá ella en off exactamente en este momento.

*

   ¿Puedo hacerte una pregunta, Sivori?
   Claro.
   ¿Querés seguir trabajando conmigo?
   No dice nada, en seguida, él. La mira. Y después:
   ¿Por qué me preguntás una cosa así?
   Quiero saber... Quiero saber si querés que siga siendo tu asistente de dirección.
   Entonces sonríe, Sivori. Le acaricia un mechón de pelo.
   Sí, linda, sí, dice. Es más: no sabría qué hacer sin vos.

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