"Jardín Botánico" sube los martes. Se sugiere leer las entradas anteriores (en Etiquetas).
Pérgola cubierta por una Santa Rita a final del invierno
¿Es usted?
Sí, soy yo.
No se trata de una mera formalidad. No se conocen. Ella esperaba sentada con las manos aferradas al borde del banco, la espalda ligeramente echada hacia adelante y un cigarrillo entre los dedos de la mano derecha. Es rubia con algunas hebras blancas y el pelo le cae suelto apenas hasta los hombros. Él observa, detrás de ella y de su banco, una escultura: "Bañista", reproducción en mármol de la obra del francés Mauricio Esteban Falconet (1716-1791).
Ella se levanta, tira el cigarrillo, no sabe qué hacer.
Él tampoco sabe qué hacer.
Por fin, se dan la mano.
Ella le agradece que haya venido.
Están frente a la Columna Meteorológica. Ella, en seguida, le contará que en uno de esos bancos, cuando tenía cinco años, se sentaba su padre cuando iban juntos a pasear al Botánico y que después ella corría por uno de los senderos centrales que pasaba frente a la casa de ladrillos de Carlos Tahys y llegaba hasta "Los primeros fríos" (V.: Jardín Botánico II). Después volvía, siempre por el mismo camino, hasta la Columna Meteorológica.
*
Anexo
No sólo decidió, Sivori, que quiere probar para el protagónico a su amiga María Fournier sino también que los personajes no tendrán nombres, ni ella, ni el hombre, ni la madre de ella, ni cualquier otro que se nombre o mencione.
Hay que decir que María Fournier no es María Fournier, que trabajó en algún otro relato en este blog y que era amiga o amante de un amigo de Sivori, un escritor. Pero lo que sucedía en aquel relato es que había demasiadas mujeres vinculadas a Sivori y el autor decidió desdoblar a Sivori en Sivori y su amigo el escritor. Pero la realidad (si es que hay algo que podemos seguir llamando "la realidad") fue que María Fournier se había sentido atraida por Sivori en un viaje muy breve que había hecho de París a Buenos Aires para conocer el departamento de Carola Holms porque Carola se quedará un año entero en Bruselas para trabajar en la sede central de la UE y María, su amiga, que también es traductora simultánea, se tomará un año sabático: ayudó a su madre a mudarse a una granja en las afueras de Lisieux, en la Baja Normandía, cerró el departamento donde vivían en el Passsage Dauphine en París, terminó una relación informal que sostenía con un francés dibujante de comics y volvió a Buenos Aires.
Ahora está allí, entre divertida y nerviosa, haciendo una prueba para protagonizar la próxima película de Sivori, inspirada en un cuento de un escritor argentino que se llama "La forma del tiempo". La ficción, que todo lo admite, abre las puertas de estas pruebas.
*
Así que ahora caminan: ella y él caminan por senderos angostos y desiertos, y así pasan no muy lejos de "El suicidio de Sagunto", y Sivori le indica (por ahora Sivori hace de "él", es decir, del hombre que ella, a instancias de su madre, ha citado en el Botánico para tratar de aclarar un malentendido -ella está segura que se trata sólo de eso) que atraviesen una pérgola cubierta por una Santa Rita que todavía, a pesar de que estamos a finales de septiembre, todavía no ha florecido.
María es alta, tiene puestas unas calzas grises, un gabán azul, borcegos, y cuando no fuma hace girar en un dedo el anillo de oro con una esmeralda que es la única joya que usa.
Yo sé, dice, o me imagino, que todo esto no tiene ni pies ni cabeza. Por eso le agradezco tanto que haya venido. Mi madre está enferma y a veces no sabe lo que dice... Fue ella la que nos dio su nombre y la que pidió que lo encontráramos... En estos casos mi hermana... Tengo una hermana más chica... En estos casos ella se desentiende de todo y si no me ocupo yo no se ocupa nadie. Pero el problema no es ese. El problema es hacerle entender a mi madre que hay cosas que no tienen sentido.
Salen de la pérgola donde se habían detenido un instante.
Ella vuelve a fumar.
Cerca, sentada en el césped, Florencia los mira.
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