74. Hermann VIII


   Pero no, al final no. Sivori, por fin, no quiere hacer La invención de Morel. Después de haber tomado la decisión se demora tres o cuatro días antes de contárselo a Florencia porque sabe que Florencia le dirá que está cada día más loco o más neurótico -depende del día que tenga Florencia- y que así no se puede trabajar seriamente con él. Pero pasa, le dirá él, que el cast no le gusta y que no le encuentra solución. Aparte de Julieta Cardinali para Faustine y Julio Chávez para el fugitivo las dudas se multiplican. Así como no hay lugar en la película de Sivori ni para Darín ni para Sbaraglia tampoco lo hay, recuerda, para Echarri, que es de madera, y sólo se le ocurre, con reservas, que el papel de Morel podría hacerlo Darío Grandinetti que trabajó con Almodóvar en "Hable con ella" y que se llenó la boca, Almodóvar, hablando de las cualidades y el modo de caminar en cámara de Grandinetti.
   Entonces, ese miércoles al mediodía, más allá de las locaciones, Florencia se dedica a hablarle a Sivori de María Lanús, su novia, y del deseo de María Lanús de trabajar con ella, y con él, en la producción y el rodaje de La invención de Morel. Y aun cuando él casi no la escucha porque sigue dándole vueltas entre un remolino de pensamientos la pregunta sobre la posibilidad o no de Grandinetti de interpretar a Morel algo se le va instalando entre sus dudas, María Lanús, para ser concretos, la chica que llegó del frío cansada o aburrida de hacer publicidad, de ir y venir por medio mundo todo el tiempo, y que entonces tiene ganas -esas son las palabras de Florencia Dillon-, tiene ganas de probar en el cine sin más pretensiones que hacer una experiencia, trabajar como meritoria de producción con Florencia, tal como Florencia empezó a trabajar con Sivori hace tres o cuatro años.

*

Anexo

Mientras tanto comen sus milanesas y a Sivori le da envidia todo el tiempo la milanesa a la napolitana que casi está terminando ya Florencia mientras él merodea, como si no estuviera buena, su milanesa de pollo que en rigor está sabrosa, seca, bien frita pero cuando se le pone una idea en la cabeza -tal como se dice- no hay quién se la saque, a Sivori, que ya empieza o ya está pensando en qué hará cuando dé por cerrado definitivamente el proyecto de rodar la película basada en el libro que Adolfo Bioy Casares publicó en 1940 cuando tenía 26 años.

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