Frank
Guitty, Jane Birkin, (Lui, 1974)
* ¿Cuándo y de qué manera la representación de la desnudez se aproxima a
la desnudez original, a la desnudez tal como se la ve en la vida real? No en la
representación literaria. Pero sí en la fotografía, en la pintura o en la escultura. Es decir,
en las imágenes de la desnudez, que incluyen el cine y la televisión. Son las imágenes las que hacen
posible la contemplación de la desnudez más allá de la desnudez original y las
que constituyen al observador en sujeto. La desnudez de la sexualidad es,
esencialmente, lo que hace visible en el arte la desnudez propia de la vida
real. Pero sólo son imágenes, formas, representación, y no la cosa.
28 años tenía Jane Birkin cuando en diciembre de 1974 apareció desnuda
en la revista erótica Lui. La actriz inglesa, que ha pasado olímpicamente de un
siglo al otro por su belleza y versatilidad, había aparecido desnuda en algunas
películas dirigida por Michelangelo Antonioni, por Serge Gainsbourg y por
RogerVadim. Pero fue una producción fotográfica de Frank Guitty la que mostró
la desnudez turbadora de la chica en la revista
francesa Lui.
¿Qué es lo que más llama la atención en las fotos de Jane Birkin
publicadas en Lui?
Una apelación a la sordidez, a lo bizarro y a una violencia
consentida... Colchones desnudos y raídos, camas de hierro oxidadas a cuyos barrotes
ella está encadenada; un lavabo y un bidet en una habitación de paredes grises;
lamparitas peladas, medias negras corridas y zapatos de tacos gruesos y muy
altos.
La serie de fotos era impactante. Hoy, algunas,
sobreviven en Internet. Y quizás la más sensual es la que muestra a Jane
Birkin, desnuda, de rodillas, encadenada con un par de esposas a un viejo
radiador de calefacción... A cierta distancia, sin embargo, de la poética
masturbatoria correspondiente a aquellos años, quizás un poco más cerca del
erotismo iluminado del dibujante Milo Manara (autor del comic El perfume de lo
invisible, 1985), la
producción del fotógrafo Frank Guitty y la desnudez de Jane Birkin tienen la
fuerza de convocatoria de lo que no puede dejar de mirarse. Eso no es la
desnudez original. Casi nunca la desnudez original, la desnudez de la vida real
es tan sugestiva y excelente como en la ficción.
Miguel
Ángel, Piedad (1499)
* 24 años tenía Miguel Ángel cuando terminó, en 1489, su escultura
celebérrima, la Piedad, un conjunto que representa a María, la madre de Jesús,
recibiendo en su regazo el cuerpo muerto de su hijo. Si uno se ciñe a las edades
bíblicas, María tenía aproximadamente 48 años ya que habría concebido a Jesús a
los 15. En la Piedad, como es
visible, ella parece más joven que su hijo. Y lo contempla con el dolor y el
arrobamiento con que se contemplan la muerte y el cuerpo amado.
A diferencia del David el cuerpo desnudo de Jesús en brazos de su madre
hace palpable su desnudez aun cuando muestra sus recientes heridas como un par
de pequeñas cicatrices redimidas y no hay señas en el rostro del tormento
padecido: ni corona de espinas, ni gestos de sufrimiento impresos en los rasgos
que descansan con la cabeza apoyada en el brazo derecho de María.
La desnudez de Jesús en la Piedad puede y debe mirarse como la desnudez
inspirada en la desnudez de la vida real. En la representación que Miguel Ángel
realiza para la más conmovedora de sus obras la desnudez es sensual en todos
los sentidos: desde los poéticos hasta los eróticos. Y el paño que le cubre el
sexo a Jesús es la única concesión que el artista le hace a su época, a la
iglesia y a la contemplación del espectador. Peregrinar a la basílica de San
Pedro para detenerse frente a lo que podría tomarse sólo como una imagen
religiosa es tan innecesario como ciego: este cuerpo no es el de David ni el del emperador
con su no-traje: este cuerpo es el
de un hombre que ha muerto y que es recibido, después, por su
madre amantísima. Y a su vez hay en la expresión de María una serenidad sólo
imaginable para el instante en el que todo ya fue consumado.
La desnudez de Jesús se acerca, en su representación, tanto a la
desnudez de la vida real como la edad de María se acerca a la de su hijo porque
en la pasión amorosa el tiempo no rige nada: en algún momento, antes o después,
los cuerpos tienen un momento de eternidad absoluta.
Cuando terminó la Piedad se le reprochó a Miguel Ángel la extrema
juventud de María en su escultura, y Miguel Ángel respondió: “Las mujeres enamoradas de dios no envejecen”.
Gustave Courbet, El origen del mundo (1866)
* 47
años tenía Gustave Courbet, un polémico maestro del realismo francés, cuando pintó
El origen del mundo (1866), la obra
que lo condenaría a la
inmortalidad. La tela representa la entrepierna de una mujer
con los genitales en primer plano. Nunca, hasta ese momento, el arte había
llegado tan lejos, o tan cerca. Y por lo mismo El origen del mundo fue condenado a una clandestinidad que duró más
de un siglo. La desnudez, en casi toda la pintura de Courbet, aparece de manera
tan explícita que su genio quedó desdibujado en vida por los escándalos y acusaciones
que recibió: desde oportunista hasta lascivo.
El cuadro
dio vueltas hasta la mitad del siglo XX atravesando la incomprensión, pasando
de un propietario a otro, y sobreviviendo a dos guerras. En 1955 el
psicoanalista Jacques Lacan lo compró para regalárselo a su mujer. Pero el
desconcierto de alguna criada y de no pocos visitantes lo convencieron de que
debía llevarlo a su residencia de campo en Guitrancourt donde lo cubrió con
otra tela, un desnudo abstracto, que realizó el expresionista André Masson. El origen del mundo está en la base de las
disquisiciones de Lacan sobre lo real, la verdad y lo auténtico que sostuvo
ante Heidegger. Una de sus conclusiones fue: “La mirada es la erección del
ojo”.
Muerto
Lacan en 1981 el cuadro de Courbet pasó a ser propiedad del estado francés a
cuenta de impuestos sucesorios. Y en 1995, después de una primera y breve
estancia en un museo (Brooklyn, Nueva York, 1988) fue colgado triunfante y en
forma permanente en el Musée d’Orsay de París.
La
literatura no puede dar cuenta de la desnudez porque la desnudez, en el arte,
requiere de la mirada. La
literatura fija su poder en la capacidad de sugestión: describe, y esa
descripción produce tantas ideas acerca de lo que describe como lectores. Una
foto de Jane Birkin muestra sin hablar la belleza de una mujer. La descripción
literaria de la belleza de Jane Birkin, para quien no la vio nunca, es casi un
lugar común (pelo largo, boca sensual, bellísimos ojos azules): cada lector
construirá su propia Jane Birkin. Una foto, una película, una escultura dirán
mucho más, a simple vista y sin una sola palabra, de la misma belleza. O de la
desnudez y su visibilidad. Pero yendo un poco más allá podría decirse que lo
único que comparten todas las artes es su carácter ficcional: todo, todo es
ficción.
¿Qué será la desnudez original?, ¿La de Adán y Eva?
ResponderEliminar¿Existe alguna desnudez, aún la no mediatizada por algún dispositivo artístico, que no esté cruzada por lo discursivo?
En las imágenes elegidas se cruzan no sólo distintos soportes (fotografía, pintura, escultura) que ya de por sí a nivel de signo portan sentidos diferentes sino que también se corresponden con distintos géneros y estilos artísticos. Tal vez por eso cada uno de ellos plantea distintos posibles del desnudo, en esos lenguajes diversos.
Trasunta el par ficción (lo representado)/no ficción (entendida creo como original/real).
De un extremo a otro, en un juego provocativo se pasa de “El origen del mundo” de Gustave Courbet, a “La Piedad” de Miguel Angel. De una pintura erótica, atravesada por discursos que ponen en un primer plano lo pornográfico por sobre el erotismo, a una representación religiosa. No hay por qué solo reparar en ella (la dimensión religiosa), claro, pero es imposible escapar de su historia discursiva. En un caso el primer plano detalle del sexo femenino, el corte de las piernas, un sexo en bandeja; en el otro el sentido de desgarro en el que la desnudez se exhibe, pudorosa en el paño que cubre el miembro de Cristo. ¿Alguna más real que otra? Ambas representaciones, pero de motivos temáticos muy distintos: el sexo explícito/lo vívido vs. el cuerpo inerte/la muerte.
En el caso de las fotografías, el erotismo incorpora, por dispositivo, el atractivo de lo indicial: la mujer/la modelo estuvo efectivamente delante del ojo de la cámara. La desnudez aparece acompañada de características de un erotismo que se juega al relato de esas esposas, encadenada ya sea a la cama, ya sea al radiador en una pose que interpela al espectador. ¿Menos ficcionales? En la medida de un lenguaje que testimonia la desnudez si, lo son. A nivel del relato que proponen se inscriben en la ficción, de la que bien podría dar cuenta la literatura.