241. La desnudez (y II)

Frank Guitty, Jane Birkin, (Lui, 1974)

  * ¿Cuándo y de qué manera la representación de la desnudez se aproxima a la desnudez original, a la desnudez tal como se la ve en la vida real? No en la representación literaria. Pero sí en la fotografía, en la pintura o en la escultura. Es decir, en las imágenes de la desnudez, que incluyen el cine y la televisión. Son las imágenes las que hacen posible la contemplación de la desnudez más allá de la desnudez original y las que constituyen al observador en sujeto. La desnudez de la sexualidad es, esencialmente, lo que hace visible en el arte la desnudez propia de la vida real. Pero sólo son imágenes, formas, representación, y no la cosa.
   28 años tenía Jane Birkin cuando en diciembre de 1974 apareció desnuda en la revista erótica Lui. La actriz inglesa, que ha pasado olímpicamente de un siglo al otro por su belleza y versatilidad, había aparecido desnuda en algunas películas dirigida por Michelangelo Antonioni, por Serge Gainsbourg y por RogerVadim. Pero fue una producción fotográfica de Frank Guitty la que mostró la desnudez turbadora de la chica en la revista francesa Lui.
   ¿Qué es lo que más llama la atención en las fotos de Jane Birkin publicadas en Lui?
   Una apelación a la sordidez, a lo bizarro y a una violencia consentida... Colchones desnudos y raídos, camas de hierro oxidadas a cuyos barrotes ella está encadenada; un lavabo y un bidet en una habitación de paredes grises; lamparitas peladas, medias negras corridas y zapatos de tacos gruesos y muy altos.
   La serie de fotos era impactante. Hoy, algunas, sobreviven en Internet. Y quizás la más sensual es la que muestra a Jane Birkin, desnuda, de rodillas, encadenada con un par de esposas a un viejo radiador de calefacción... A cierta distancia, sin embargo, de la poética masturbatoria correspondiente a aquellos años, quizás un poco más cerca del erotismo iluminado del dibujante Milo Manara (autor del comic El perfume de lo invisible, 1985), la producción del fotógrafo Frank Guitty y la desnudez de Jane Birkin tienen la fuerza de convocatoria de lo que no puede dejar de mirarse. Eso no es la desnudez original. Casi nunca la desnudez original, la desnudez de la vida real es tan sugestiva y excelente como en la ficción.

Miguel Ángel, Piedad (1499)

 *  24 años tenía Miguel Ángel cuando terminó, en 1489, su escultura celebérrima, la Piedad, un conjunto que representa a María, la madre de Jesús, recibiendo en su regazo el cuerpo muerto de su hijo. Si uno se ciñe a las edades bíblicas, María tenía aproximadamente 48 años ya que habría concebido a Jesús a los 15. En la Piedad, como es visible, ella parece más joven que su hijo. Y lo contempla con el dolor y el arrobamiento con que se contemplan la muerte y el cuerpo amado.
   A diferencia del David el cuerpo desnudo de Jesús en brazos de su madre hace palpable su desnudez aun cuando muestra sus recientes heridas como un par de pequeñas cicatrices redimidas y no hay señas en el rostro del tormento padecido: ni corona de espinas, ni gestos de sufrimiento impresos en los rasgos que descansan con la cabeza apoyada en el brazo derecho de María.
   La desnudez de Jesús en la Piedad puede y debe mirarse como la desnudez inspirada en la desnudez de la vida real. En la representación que Miguel Ángel realiza para la más conmovedora de sus obras la desnudez es sensual en todos los sentidos: desde los poéticos hasta los eróticos. Y el paño que le cubre el sexo a Jesús es la única concesión que el artista le hace a su época, a la iglesia y a la contemplación del espectador. Peregrinar a la basílica de San Pedro para detenerse frente a lo que podría tomarse sólo como una imagen religiosa es tan innecesario como ciego: este cuerpo no es el de David ni el del emperador con su no-traje: este cuerpo es el de un hombre que ha muerto y que es recibido, después, por su madre amantísima. Y a su vez hay en la expresión de María una serenidad sólo imaginable para el instante en el que todo ya fue consumado.
   La desnudez de Jesús se acerca, en su representación, tanto a la desnudez de la vida real como la edad de María se acerca a la de su hijo porque en la pasión amorosa el tiempo no rige nada: en algún momento, antes o después, los cuerpos tienen un momento de eternidad absoluta.
   Cuando terminó la Piedad se le reprochó a Miguel Ángel la extrema juventud de María en su escultura, y Miguel Ángel respondió: “Las mujeres enamoradas de dios no envejecen”.

Gustave Courbet, El origen del mundo (1866)

 *  47 años tenía Gustave Courbet, un polémico maestro del realismo francés, cuando pintó El origen del mundo (1866), la obra que lo condenaría a la inmortalidad. La tela representa la entrepierna de una mujer con los genitales en primer plano. Nunca, hasta ese momento, el arte había llegado tan lejos, o tan cerca. Y por lo mismo El origen del mundo fue condenado a una clandestinidad que duró más de un siglo. La desnudez, en casi toda la pintura de Courbet, aparece de manera tan explícita que su genio quedó desdibujado en vida por los escándalos y acusaciones que recibió: desde oportunista hasta lascivo.
   El cuadro dio vueltas hasta la mitad del siglo XX atravesando la incomprensión, pasando de un propietario a otro, y sobreviviendo a dos guerras. En 1955 el psicoanalista Jacques Lacan lo compró para regalárselo a su mujer. Pero el desconcierto de alguna criada y de no pocos visitantes lo convencieron de que debía llevarlo a su residencia de campo en Guitrancourt donde lo cubrió con otra tela, un desnudo abstracto, que realizó el expresionista André Masson. El origen del mundo está en la base de las disquisiciones de Lacan sobre lo real, la verdad y lo auténtico que sostuvo ante Heidegger. Una de sus conclusiones fue: “La mirada es la erección del ojo”.
   Muerto Lacan en 1981 el cuadro de Courbet pasó a ser propiedad del estado francés a cuenta de impuestos sucesorios. Y en 1995, después de una primera y breve estancia en un museo (Brooklyn, Nueva York, 1988) fue colgado triunfante y en forma permanente en el Musée d’Orsay de París.
   La literatura no puede dar cuenta de la desnudez porque la desnudez, en el arte, requiere de la mirada. La literatura fija su poder en la capacidad de sugestión: describe, y esa descripción produce tantas ideas acerca de lo que describe como lectores. Una foto de Jane Birkin muestra sin hablar la belleza de una mujer. La descripción literaria de la belleza de Jane Birkin, para quien no la vio nunca, es casi un lugar común (pelo largo, boca sensual, bellísimos ojos azules): cada lector construirá su propia Jane Birkin. Una foto, una película, una escultura dirán mucho más, a simple vista y sin una sola palabra, de la misma belleza. O de la desnudez y su visibilidad. Pero yendo un poco más allá podría decirse que lo único que comparten todas las artes es su carácter ficcional: todo, todo es ficción.

1 comentario:

  1. ¿Qué será la desnudez original?, ¿La de Adán y Eva?
    ¿Existe alguna desnudez, aún la no mediatizada por algún dispositivo artístico, que no esté cruzada por lo discursivo?
    En las imágenes elegidas se cruzan no sólo distintos soportes (fotografía, pintura, escultura) que ya de por sí a nivel de signo portan sentidos diferentes sino que también se corresponden con distintos géneros y estilos artísticos. Tal vez por eso cada uno de ellos plantea distintos posibles del desnudo, en esos lenguajes diversos.
    Trasunta el par ficción (lo representado)/no ficción (entendida creo como original/real).
    De un extremo a otro, en un juego provocativo se pasa de “El origen del mundo” de Gustave Courbet, a “La Piedad” de Miguel Angel. De una pintura erótica, atravesada por discursos que ponen en un primer plano lo pornográfico por sobre el erotismo, a una representación religiosa. No hay por qué solo reparar en ella (la dimensión religiosa), claro, pero es imposible escapar de su historia discursiva. En un caso el primer plano detalle del sexo femenino, el corte de las piernas, un sexo en bandeja; en el otro el sentido de desgarro en el que la desnudez se exhibe, pudorosa en el paño que cubre el miembro de Cristo. ¿Alguna más real que otra? Ambas representaciones, pero de motivos temáticos muy distintos: el sexo explícito/lo vívido vs. el cuerpo inerte/la muerte.
    En el caso de las fotografías, el erotismo incorpora, por dispositivo, el atractivo de lo indicial: la mujer/la modelo estuvo efectivamente delante del ojo de la cámara. La desnudez aparece acompañada de características de un erotismo que se juega al relato de esas esposas, encadenada ya sea a la cama, ya sea al radiador en una pose que interpela al espectador. ¿Menos ficcionales? En la medida de un lenguaje que testimonia la desnudez si, lo son. A nivel del relato que proponen se inscriben en la ficción, de la que bien podría dar cuenta la literatura.

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