* Para en el semáforo. Tiene el pelo suelto,
una remera de mangas largas y un Schwatch negro en la muñeca izquerda. Lee, en
el celular, un mensaje de texto. Toca un botón en el Pioneer y Sandro vuelve a
cantar Penumbras. Un chico se acerca
con escobitas y un secador para limpiarle los vidrios. Ella hace una seña, le
dice que no con una mano. Pero ya está contestando el sms y el chico ya le
roció el parabrisas. Ella levanta la mirada. Controla
el semáforo. Escribe otro mensajito. Le pone, al chico, cara de “Te dije que
no”, deja el celular en la butaca de al lado, pone primera, busca monedas en
una cubeta entre los dos asientos. Abre la ventanilla, le da las monedas al
chico, arranca apenas la luz pasa a verde.
Si quieres, yo te doy el mundo…
pero no me pidas que no te ame así.
Dice Sandro.
* Está en la cola de un Pago Fácil. Tiene el
pelo corto, oscuro, con hebras blancas. Busca algo en la cartera. Encuentra
el recorte de un diario. Lo lee. Vuelve a dejarlo en la cartera y sigue
buscando. Encuentra algunos billetes de diez y de cinco pesos. Ahora le queda sólo
una persona adelante. Hay un cartel que dice “Pague con cambio”. Saca de la
cartera, en una mano, dos lápices de labios, un espejito y una cajita de base.
Desde atrás, un hombre la mira: mira, sobre todo, las maniobras de la mujer con
la cartera. La
próxima es ella. Los billetes que encuentra los guarda en un bolsillo de un
abrigo negro. Llegó su turno. Avanza. Apoya la cartera sobre el mostradorcito
que hay frente a la
ventanilla. Busca. “No encuentro la factura”, le dice al
cajero. Saca estuches, uno de anteojos oscuros y uno finito de lentes para
leer. El estuche finito está vacío. Pero encuentra la factura. “No tengo los
lentes” le dice al cajero. Y el cajero le dice cuánto es. Ella le paga con unos
cuantos billetes que saca del bolsillo. Después, mientras gira, le sonríe al
hombre de la fila que la
espiaba. En la calle se detiene antes de cruzar. Sigue
buscando en la
cartera. Encuentra los lentes de leer sueltos en el fondo.
Cruza. Ve a una mujer en un Honda Fit. Un pibe le limpia los vidrios y ella tiene puesto a Sandro.
* Hay viento. La mujer va caminando hacia la
parada del 15. Ve, de lejos, que hay mucha gente. Mira la hora. El viento le
revuelve el pelo. Y de golpe está refrescando. Ella tiene un vestidito, un
sweater, chatitas y lleva colgando un bolso de gamuza. No sabe si esperar el
colectivo o tomarse un taxi. Entonces un rayo desgarra el cielo, empieza a
llover y el trueno hace temblar las hojas de los árboles. Ella busca en el
bolso. Saca un paraguas chino. Es lindo. Flores sobre un fondo negro. Se abre,
el paraguas. Llueve mucho. La mitad de la gente que estaba en la cola del 15
desaparece. Ella entonces se queda en la parada. Le parece que es más fácil que venga el
bondi antes que un taxi vacío. Es un diluvio. El viento sopla endemoniado. El
paraguas chino con sus flores se da vuelta. Ella intenta cerrarlo. El viento le
levanta la pollera. No
sabe qué hacer. O el paraguas o la pollera. El agua le moja las piernas. El viento
le arranca la tela al paraguas chino y ella contempla las varillas quebradas...
Baja los hombros, trata de arreglarse la falda del vestidito. Camina hasta un
cesto de residuos. Tira el paraguas. El viento le levanta otra vez la pollera. Tiene los
pies empapados. Y suena el celular. Abre el bolso de gamuza. Lo encuentra en
seguida. El bolso chorrea. Ella empieza a caminar. Atiende. Se para en la esquina. Ve cruzar un
Honda Fit con el semáforo en amarillo. Ella se mira en una vidriera. Primero se
quiere matar. Después se pasa los dedos por el pelo y sigue caminando cerca de la pared. Habla por
teléfono. Ella camina bajo la lluvia y una sonrisa radiante le cambia la cara.
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